Álvaro Uribe

11 de febrero de 2010
Nacido en Ciudad de México en 1953, se licenció en Filosofía por la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Al servicio del gobierno mexicano ha efectuado labores de agregado cultural de la embajada en Managua (Nicaragua) y ha sido consejero cultural en Francia.

En París editó la revista Altaforte, de publicación bilingüe español-francés. Sus obras gozan de gran consideración de crítica y público y han sido traducidas al francés, inglés y alemán. Obras suyas son Topos (1980), El cuento de nunca acabar (1981), La audiencia de los pájaros (1986), La linterna de los muertos (1988), Recordatorio de Federico Gamboa(1999), La otra mitad (1999) y La parte ideal (2006), entre otras. Con El taller del tiempoganó el I Premio de Narrativa Antonin Artaud. Tanto esta como otras de sus obras (Por su nombre, La lotería de San Jorge y Expediente del atentado) han sido publicadas en España por Tusquets Editores.

Considerado uno de los mejores estilistas de su generación en México, su prosa fue abandonando cierta rigidez de sus primeros tiempos para llegar a ser cualificada de virtuosa por la crítica especializada.

-- Por su nombre de Álvaro Uribe:

Para evitar las celebraciones del falso milenio, en el año nuevo de 2000, el profesor Manuel Artigas y Monique, su acompañante, han decidido huir de París y refugiarse en las playas de Jalisco. Durante el viaje, Artigas se arrepentirá de varias cosas pero, sobre todo, de haber pronunciado, sin que nada salvo su nostalgia lo trajera a cuento, el nombre de Patricia. Con esa sola evocación queda atrapado en el relato de su propia vida y enganchado al recuento de sus amores como de una cifra insuficiente. Destino, fatalidad o simple naturaleza humana, el trayecto desemboca en un pueblo casi perdido donde Patricia había vivido con Josemaría –rudo pescador, personaje enigmático y pieza clave en este rompecabezas– un oscuro romance que es la antítesis de sus desencuentros con Manuel. Atrapado en la narración, el protagonista se ve impelido a resolver su propia historia ante los hechos. La realidad, sin embargo es insensible al ansia de saber.

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